jueves, 4 de febrero de 2010

¿Qué hacemos con el cadáver de mamá?




He matado tantas veces a mi madre, que ya me duelen las manos de apuñalarla, ya se me retuerce el estómago de comerme el corazón. Hoy temprano me he levantado y la he acuchillado unas seiscientas sesenta y seis veces. El corazón me lo tragué entero de un bocado; pero lo vomité, como siempre. La mañana era fresca, así es que ni bien he acabado de asesinarla, le he puesto una manta muy gruesa para que no muera de frío. No recuerdo si me lo ha pedido ella o ha sido por mero propio gusto, pero he encendido el aparato de música y he puesto un disco de Juan Sebastián. Ella adora a Juan Sebastián. También me he puesto a leerle “Celebración del Erotismo”, la Edición Especial de Colección de La Maga. Creo que no le ha resultado demasiado interesante; no obstante ello me ha sonreído condescendiente. Eso no lo puedo negar. Aún en los peores momentos, cuando ya no podía portarme con ella de modo más terrible, mi madre ha sabido ser piadosa.

Creo que todavía piensa en él. Se le nota en los ojos. Hacía ya tiempo que no veía en ella esa mirada, esa mirada que se adivina nostálgica, esa mirada que lleva el regusto visceral del extrañamiento. “Pero madre” le he dicho hace unas horas, “deberías ya dedicar tus pensamientos a mejores cosas”. La melancolía no ha abandonado su vista. Finalmente y luego de varios análisis, hoy he descubierto por qué “melancolía” significa “humor negro”. La que me ha parido tenía, las pocas veces que montaba en cólera, la exótica costumbre de llorar lágrimas negras. La primera vez que la maté, se le escaparon dos grandes gotones azabaches que le mancharon las mejillas y los labios. Ahora que cavilo, en aquella oportunidad no estaba enojada. Lloraba porque sí. De todas maneras, valga el ejemplo. Sólo espero que no piense mucho tiempo más en él. Si sigue llorando, el humor negro va a rebalsar la bandeja donde descansan sus ojos y me veré en la obligación de cambiarlos a una más profunda. No entiendo por qué continúa trayéndolo a sus recuerdos. Nunca le hizo bien. Muy por el contrario, la humilló cada vez que quiso y de la peor forma. Por ello, de él conservo sólo el mal recuerdo y las cicatrices, que año a año alimento junto con el desprecio que le profeso. Mamá me ha dicho varias veces que no sea rencoroso. Pobre madre mía, aún lo ama. Yo no puedo perdonarlo. Por eso la mato. Cuando me acuerdo la mato. No entiendo por qué continúa trayéndolo y por eso la mato, cuando me acuerdo, la mato. Por infeliz. ¿Qué clase de mujer permitiría que hombre alguno le pusiera los cuernos con el mejor amigo? Ni hablar de lo palos y los cuchillos.

He matado a mis hermanos, también; pero ellos no han protestado. Se han dejado hacer. Con ellos nunca tuve problemas. Y eso es bueno; porque mi madre siempre que la he asesinado se acuerda de todo lo mal que he hecho. A veces, creo que no es condescendiente. Mis hermanos, en cambio, no han emitido un solo gemido. Supongo que ni cuenta se han dado. Los almohadones quizás hayan tapado algún sonido. ¿Quién sabe? Ahora sólo pienso en deshacerme del cadáver de mamá. “¿Qué hacemos?” les he preguntado. Claro, nunca fueron muy inteligentes. Siempre con los ojos desorbitados y la lengua afuera. “¿Qué hacemos con el cadáver?” he vuelto a demandarles, sabiendo que no podrían responderme. Es que cuando no encuentro la solución a un dilema, busco oráculos hasta en las paredes. Pobres. Ellos no tienen la culpa. Aunque los he asesinado nuevamente, porque me han hecho enojar. Hay ocasiones cuando no me doy cuenta de lo que hago. “¡Qué hacemos! ¡Qué hacemos!” he gritado y mis hermanos, nada, con la lengua afuera. Esta vez, los maté casi sin percatarme de ello; pero después me calmé y me puse a pensar. Mamá siempre dijo que soy muy creativo. Yo creo, humildemente, que no ha errado demasiado en esa aseveración. Hasta ahora, cada vez que la he ajusticiado, me he deshecho de su cuerpo de un modo diferente. Ya veré qué puedo hacer con éste. Al último lo arrojé al canal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que pedo


https://www.vehiclehistory.com/